A 150 años del nacimiento de Rosa Luxemburgo

5 Mar, 2021 | La Izquierda, Legado de Alberto Arregui, Marxismo

Hoy, 5 de marzo de 2021, se cumplen 150 años del nacimiento de Rosa Luxemburgo. La casualidad hizo que su nacimiento coincidiera con el año, y con el mes, de inicio de la revolución de 1871 en Francia, la Comuna de París.

Para recordar a esta revolucionaria rescatamos uno de los primeros, sino el primero, de los artículos de Alberto Arregui sobre la figura de Rosa Luxemburgo. Fue escrito en 1999, con motivo del 80 aniversario de su asesinato y del centenario de la primera aparición del Reforma y revolución, la obra emblemática de Rosa Luxemburgo. Como Alberto dice, Rosa Luxemburgo “su propia figura despierta recuerdos que algunos querrían borrar: fue asesinada por un ministro “socialista”, y sus obras fueron proscritas por Stalin”.

Y, con él, recomendamos vivamente la lectura de Reforma o revolución, por su vigencia y compartimos su idea: “Este libro debiera convertirse en un material obligado de lectura y reflexión en las filas del movimiento obrero”. Aprovechamos para recomendar la lectura de la introducción que el propio Alberto hizo a esta obra, y, para el que desee adquirirla en papel, la tenemos disponible en nuestra propia web.

Esperamos que disfrutéis con su lectura.

Un olvido injusto

Alberto Arregui

En la historia del movimiento obrero son muchos los casos de hombres y mujeres que han dado todo, incluida su vida, en la lucha por una sociedad mejor. La mayoría de ellos han quedado en el anonimato individual, pero integran la memoria colectiva del combate contra la explotación. Sin embargo, presenciamos a veces el caso de quienes aún habiendo jugado un papel protagonista, no sólo en la lucha cotidiana sino también en la de las ideas, han sido relegados injustamente al olvido.

De entre todas estas figuras, encontramos la de la mujer cuyo papel en la lucha y en la elaboración teórica del marxismo ha sido la más importante de la historia del movimiento obrero internacional: Rosa Luxemburgo.

Su memoria ha resultado incómoda para muchos durante mucho tiempo, no sólo por sus escritos, que son una brillante defensa sin concesiones del programa marxista y de la honestidad en el compromiso político, sino porque su propia figura despierta recuerdos que algunos querrían borrar: fue asesinada por un ministro “socialista”, y sus obras fueron proscritas por Stalin. Tanto socialdemócratas como estalinistas necesitarían reconciliarse con la historia para poder abordar la obra de la mujer que más ha destacado en el campo del socialismo.

Este año se cumple un doble aniversario que no podemos dejar pasar sin intentar, en la medida de nuestras posibilidades, rescatar del olvido unas ideas que tanto pueden contribuir aún a la defensa del proyecto de la transformación socialista de la sociedad. Hace 80 años, enero de 1919, fue asesinada por orden de Noske, ministro socialdemócrata, junto con otro héroe del socialismo internacional: Karl Liebknecht, ambos habían combatido la guerra, el imperialismo, y encabezado la revolución del proletariado alemán en 1918. Pero además de entre las obras de Rosa que se han conservado, pues muchos de sus trabajos de economía fueron destruidos al saquear su casa la policía, una de las más importantes y, sin duda alguna, la que conserva una mayor frescura y actualidad es Reforma o Revolución, en la que contesta a los principales argumentos de Berstein, teórico socialdemócrata que sistematizó los argumentos de quienes defendían el abandono de las ideas básicas del marxismo, y que fueron conocidos a partir de entonces como “revisionistas”. Aunque esta obra, tal como la conocemos fue editada en 1908, su primera aparición a la luz se terminó de producir en 1899, hace 100 años.

Se cumple pues un siglo de la publicación de un debate que nunca se ha cerrado: el de la validez o no, desde el punto de vista del movimiento obrero, de los postulados formulados por Marx y Engels. En todo lo esencial, los argumentos desgranados por Rosa Luxemburgo mantienen su vigencia, debido a que todas las ideas expuestas por Berstein, y que ella refuta contundentemente, siguen siendo las mismas que toda laya de revisionistas, socialdemócratas y tránsfugas del movimiento obrero han seguido defendiendo hasta nuestros días. Quizá lo más llamativo para quien lea por primera vez este libro, sea el comprobar la poca capacidad de innovación padecida por el ala de derechas del movimiento obrero. Todo lo que hoy en día oímos, ya fue formulado hace un siglo, y la historia lo ha refutado. La diferencia más importante es que Berstein decía defender el socialismo como objetivo final, aunque en Reforma o Revolución queda claro que ya había renunciado a este objetivo en la práctica. Sin embargo, nuestros actuales dirigentes de las organizaciones de izquierdas, en muchos casos rechazan directamente la posibilidad de construir una sociedad alternativa al capitalismo.

Se han llevado a cabo muchos intentos de distorsionar la figura de esta infatigable luchadora. Los socialdemócratas de todos los tiempos (el equivalente al PSOE hoy en día) han preferido que se mantuviese el olvido, pues no podrían lavar el crimen cometido ni con toda el agua del Jordán. Sin embargo, en muchas ocasiones han distorsionado las críticas que hizo a algunos aspectos de la política bolchevique tras la Revolución Rusa de 1917, para presentarla como “antibolchevique”, sólo es necesario leer su obra La Revolución Rusa, escrito en la cárcel en 1918, para comprender el tamaño de la infamia fabricada. Aquí en el Estado español vivimos esta burda maniobra en el PSOE en los años de la lucha contra la dictadura, mientras muchos militantes honestos veían en ella un ejemplo, algunos políticos como Alfonso Guerra invocaban a Rosa contra el “comunismo”. Los hechos se encargaron de demostrar que no compartían ni de lejos los argumentos políticos ni la honestidad y el compromiso en la lucha de la gran revolucionaria internacionalista.

Tanto en algunos de los aspectos de la política de los bolcheviques tras la Revolución como en la cuestión nacional, mantuvo divergencias importantes, pero eso nunca le impidió compartir la política bolchevique. Los mayores oponentes a la política del gobierno obrero ruso, desde el campo de la izquierda fueron los reformistas y los anarquistas, y ambas corrientes fueron combatidas por ella sin descanso. Especialmente en su obra Huelga de masas, partido y sindicatos, escrita al calor de la experiencia de la Revolución Rusa de 1905, se hace un crítica sin concesiones al anarquismo. En cuanto a la crítica al ala de derechas de la socialdemocracia internacional, ésta impregna toda su obra. Rosa Luxemburgo era un espíritu libre, algo que tantas veces ha faltado en el movimiento obrero, sobre todo con la tragedia histórica del estalinismo, y eso le llevó a expresar sus opiniones sin cortapisas. Al igual que no tuvo ningún problema en criticar a Engels en aquellos aspectos en que lo consideró errado, como cuando se refirió a su Introducción a Las luchas de clases en Francia, como una concesión a las presiones del ala de derechas de la socialdemocracia alemana. Probablemente llegó a esta conclusión condicionada por la utilización que de este escrito magnífico del viejo Engels habían hecho los partidarios del “parlamentarismo” para oponerse a la vía insurreccional. Engels torció la rama de la polémica para destacar lo descabellado de las tesis anarquistas, y Rosa la dobló en sentido contrario frente a los reformistas. En cualquier caso sus críticas están planteadas con un enorme respeto y nunca estuvieron guiadas por intereses personales de ningún tipo, sino por el impulso que determinó su vida: la lucha por acabar con el sistema capitalista. Se esté o no de acuerdo con ella, hay mucho que aprender de sus críticas y divergencias con otros pensadores marxistas.

Pero, lo que más ha contribuido a destruir la memoria política de esta revolucionaria de origen polaco, ha sido la condena que de sus ideas llevó a cabo el estalinismo. Las ideas marxistas, la auténtica tradición del bolchevismo, representaba el mayor peligro para el mantenimiento del poder político de la burocracia en la URSS. En esos años se vivió el capítulo más negro de la historia del movimiento obrero, cuando la Revolución Rusa degeneró en líneas burocráticas tras una lucha titánica por mantener las conquistas de Octubre del 17. Las purgas, los procesos políticos, las deportaciones, encarcelamientos y ejecuciones de los enemigos políticos, incluía una posición oficial de quién era y quién no era “bolchevique”. En un arrebato de sectarismo difícil de haber previsto, se elaboraban listas de libros y autores prohibidos. Rosa Luxemburgo tuvo el honor de verse pronto incluida en este proceso infamante.

En 1925, el Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional lanzó una campaña destinada a la “bolchevización” de los partidos comunistas y, para ello, consideraban necesario apartar a un lado a algunos teóricos del marxismo. El planteamiento parece surrealista, pues consideraban más peligrosos a aquellos que estaban más cerca del leninismo, era el proceso de embalsamar las ideas poderosas de Lenin junto con su cadáver. “Cuanto más próximos al leninismo están estos teóricos, más peligrosas son sus concepciones en los puntos en que divergen de él. Una verdadera bolchevización de ciertas secciones de la Internacional Comunista es hoy imposible si éstas no superan los errores del luxemburguismo…”

En 1931, el proceso había llegado mucho más lejos y Stalin, en una carta a la revista de historia del partido Prolétarskaia Revolutsia, condenó a Rosa Luxemburgo como contrarrevolucionaria al asociarla con Trotsky, como inventora y difusora de la teoría de la “Revolución permanente” que contradecía la posición oficial de Stalin de “El socialismo en un solo país”, la más acabada destilación teórica del burocratismo frente a la tradición internacionalista del bolchevismo.

El estigma del trotskysmo la situaba en “el destacamento de vanguardia de la burguesía contrarrevolucionaria”.

Lenin, sin embargo se había referido a ella como “representante destacada del proletariado revolucionario y del marxismo sin falsificaciones”. Bastaría leer el artículo de Lenin escrito en 1920 “Una contribución a la historia de la cuestión de la dictadura” para comprender el abismo que separaba sus ideas acerca de Rosa de las de la burocracia. Un año después de aparecer la carta de Stalin, Trotsky escribió un artículo “Apartad vuestras manos de Rosa Luxemburgo”, defendiendo a esta revolucionaria frente a Stalin, en el que recordaba que Lenin hablando de ella llegó a decir, frente a los que destacaban sus errores: “Aunque las águilas precipitándose desde lo alto, puedan volar más bajo que las gallinas, éstas por más que desplieguen sus alas, nunca pueden llegar a las nubes.” Sin duda el refrán era aplicable a Stalin. Se podría hacer una lista de los errores del propio Lenin, o de Marx y Engels, o de otros muchos grandes hombres, pero eso no es menoscabo de su obra, sino más bien el reflejo de la realidad humana. Stalin trató de construir más que una política un dogma, emulando a la Iglesia católica al convertirse en el intérprete del leninismo, como el Papa lo es de las Sagradas Escrituras, para aniquilar lo que de peligroso exista para el poder establecido. ¡Desde luego que las ideas de Rosa eran peligrosas para Stalin!

Cualquiera que leyese su contribución crítica a la historia de la Revolución Rusa, se encontraría con elementos de sobra para poner en duda las teorías oficiales de Stalin.

En esta obra, que es fundamentalmente una defensa de la revolución de Octubre, encontramos expuestas muchas de las ideas que compartía con los bolcheviques, y comienza atacando a los reformistas y mencheviques que consideran que la Revolución rusa debía ser algo “nacional”. Se refiere a ellos despectivamente, aludiendo a su “original descubrimiento “marxista” del carácter nacional, por así decirlo, casero de la revolución socialista en cada Estado moderno.”…“La fortuna de la revolución rusa dependía por entero de los acontecimientos internacionales, y el hecho de que los bolcheviques hayan condicionado su política a la revolución mundial del proletariado es, precisamente, el testimonio más brillante de su perspicacia, de la solidez de sus principios y de la audacia de su política.”…

“Tampoco cabe duda alguna de que muchas de las decisiones más graves que Lenin y Trotsky, los dirigentes más capacitados de la revolución rusa, tuvieron que tomar en su camino sembrado de espinas y trampas de todo tipo, se tomaron tras vencer las indecisiones internas más profundas y en lucha, también contra las resistencias más extremas; y nada parecería más impropio a estos dirigentes que la idea de que todos sus actos, realizados en condiciones amargas de coacción y de urgencia, en el torbellino vertiginoso de los acontecimientos, sean admitidos por la Internacional como modelo sublime de política socialista, pues tal es una actitud para la que únicamente resultan apropiadas la admiración acrítica y la imitación servil.” No cabe duda de que a Stalin se le rizaría el bigote tras leer párrafos como éstos.

Por otro lado no es posible decir que esta obra, a pesar de las críticas a los bolcheviques por haber disuelto la Asamblea Constituyente sin convocar nuevas elecciones, no suponga un apoyo entusiasta al bolchevismo, por lo que les ponía difícil a los estalinistas demostrar el “antibolchevismo” de nuestra autora, y aún más difícil a los reformistas el escudarse en ella para criticar al bolchevismo. Basta leer lo siguiente:

“El partido de Lenin fue el único que comprendió el mandamiento y el deber de un partido auténticamente revolucionario, el único que aseguró el avance de la revolución gracias a la consigna: todo el poder al proletariado y al campesinado.

De esta forma han conseguido resolver los bolcheviques la cuestión famosa de la “mayoría del pueblo”, que atormenta como una pesadilla a los socialdemócratas alemanes. Discípulos fervientes del cretinismo parlamentario, se limitan a aplicar a la revolución las trivialidades de su casa cuna parlamentaria: si se quiere conseguir algo, hay que tener primero la mayoría. Lo mismo sucede con la revolución: primero tenemos que ser una “mayoría”. Sin embargo, la verdadera dialéctica de la revolución invierte el sentido de esa banalidad parlamentaria: no es la mayoría la que lleva a la táctica revolucionaria, sino la táctica revolucionaria la que lleva a la mayoría. Únicamente un partido que sabe dirigir, o sea, impulsar hacia delante, se gana a los seguidores en su avance.”… “Lenin, Trotsky y sus camaradas han demostrado que tienen todo el valor, la energía, la perspicacia y la entereza revolucionarias que quepa pedir a un partido a la hora histórica de la verdad. Los bolcheviques han mostrado poseer todo el honor la capacidad de acción revolucionarios que han caracterizado a la socialdemocracia europea; su sublevación de octubre no ha sido solamente una salvación real de la revolución rusa, sino que ha sido, también, la salvación del honor del socialismo internacional.” (Obras. Pág. 118 y ss.)

Toda la obra de Rosa debe ser rescatada del olvido, mereciendo también una mención especial sus escritos sobre economía, correspondientes a unos cursos de formación que impartió, y que a pesar de no haberse conservado completos ayudan a una comprensión de algunos de los aspectos más interesantes de la economía política.

Pero, encontraremos en su justificadamente famosa “Reforma o Revolución”, un debate actual, unos argumentos aplicables a nuestros días. Este libro debiera convertirse en un material obligado de lectura y reflexión en las filas del movimiento obrero. No se trata de otra cosa que de la defensa de la vigencia del marxismo, y en un 80% contesta a las mismas acusaciones que hoy se lanzan contra las ideas de Marx y Engels.

No se trata de oponerse a las reformas sociales, sino de rechazar del argumento de que se puede llegar a una sociedad socialista, o que se puede alcanzar la justicia en la sociedad a través de una reforma paulatina del capitalismo. Tras ello se oculta la renuncia a la transformación de la sociedad.

Encontramos un debate acerca de las crisis económicas, pues ya entonces algunos defendieron que el capitalismo las había superado, al igual que se ha venido repitiendo cada vez que se prolongaba el período entre crisis. “Pero si el crédito, los cartels, etc., no pueden dominar la anarquía económica del capitalismo, ¿cómo es posible durante dos decenios-desde 1873- no se haya registrado ninguna crisis comercial? ¿Será ello una señal de que el sistema capitalista, su forma de producir, se “adapta” realmente-al menos en lo general- a las necesidades de la sociedad, habiendo superado el análisis que del sistema hizo Marx?

A la pregunta sigue la respuesta inmediatamente. No bien hubo desechado Berstein como chatarra la teoría marxista de las crisis, cuando, en el año 1900, se presentó una con carácter violento, y, siete años más tarde, otra que, originándose en los Estados Unidos, repercutió sobre el mercado mundial. Y fue así, por hechos que hablaban bien claro, como quedo aniquilada la teoría de la “adaptación”. Con ello se demostró, al propio tiempo, que aquellos que habían abandonado la teoría marxista de las crisis sin más razón que la de haber fallado en de los “plazos presupuestos”, confundían lo que era el alma de la teoría con un detalle externo y superficial, con los ciclos de diez años.” (pág. 52- 53.)

Así va contestando, uno por uno los argumentos de los gradualistas, para demostrar que su táctica, y en esto la historia le ha dado plenamente la razón, supone una aceptación del sistema capitalista. Quizá siga siendo este el problema más acuciante en el seno de la izquierda para ser capaces de levantar una alternativa que ofrezca un futuro de esperanza a los explotados de todo el mundo, pues de aquel debate son hoy más los herederos de Berstein que los de Rosa Luxemburgo, es lo mismo decir que son más los que han renunciado al marxismo en las filas de las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera. Esto supone un gran retroceso histórico, pues una amplia organización, consciente de la necesidad de transformar la sociedad es la condición previa para la emancipación de todos los oprimidos. Y hay mucho que aprender de las conclusiones de “Reforma o Revolución”:

“Por lo tanto, quien para transformar la sociedad se decide por el camino de la reforma legal, en lugar y en oposición a la conquista del Poder, no emprende, realmente, un camino más descansado, más seguro, aunque más largo, que conduce al mismo fin, sino que, al propio tiempo elige distinta meta; es decir, quiere, en lugar de la creación de un nuevo orden social, simples cambios, no esenciales, en la sociedad ya existente. Así, tanto de las concepciones políticas del revisionismo como de sus teorías económicas, llegamos a una misma conclusión: que no tienden, en el fondo, a la realización del orden socialista, sino simplemente a la reforma del orden capitalista; que no quieren la desaparición del sistema de salario, sino más o o menos la explotación. En una palabra: pretenden la aminoración de los excesos capitalistas, pero no la destrucción del capitalismo mismo”. (pág. 117-118.)

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