Jokin Mendizábal, Buenos Aires
En los últimos días de febrero saltaba a los medios la noticia de que el gigante farmacéutico Pfizer imponía exigencias tremendamente abusivas para proveer “su” vacuna a la Argentina y a otros países latinoamericanos. Exigía garantías para que en caso de ser objeto de algún juicio por efectos adversos de su vacuna fueran los estados y no el conocido laboratorio quien pusiera los avales materiales para responder a cualquier indemnización a la que pudiera ser obligado por algún tribunal. Las garantías que pedían son edificios de embajadas, bases militares y reservas bancarias. Junto a esto exigía cláusulas que la eximieran de responsabilidad ante posibles demoras en la producción y efectos adversos de la vacuna. La información provenía de The Bureau of Investigative Journalism, una organización de noticias sin fines de lucro de Londres.
Al final Argentina y Brasil no llegaron a ningún acuerdo. El ahora exministro de Salud, Ginés González, había advertido esta situación varias veces. A fines de diciembre, cuando todo el mundo esperaba con verdadera necesidad la llegada de vacunas, llegó a decir: “No entendemos porqué Pfizer tiene tantas exigencias de inmunidad y prevención, es como si no le tuvieran fe a la vacuna”. Al final la empresa no aceptó los planteamientos del Gobierno argentino a pesar de que éste estaba dispuesto a pagar millones de vacunas por adelantado. Pfizer exigió que los activos soberanos de Argentina también formaran parte del respaldo legal, le comentó un funcionario argentino a The Bureau.
En el caso de Perú la farmacéutica exigió incluir cláusulas que eximieran de responsabilidad a la compañía por los retrasos en la entrega de los lotes e implementar todas las normas legales necesarias para cumplir con las obligaciones a proveedor cubriéndose de posibles demandas e indemnizaciones futuras.
No se conoce que este tipo de condiciones se les esté exigiendo a los países más ricos, lo que pone bien en claro que son conductas chantajistas solo con aquellos países con menos recursos.
Pfizer y otros laboratorios han recibido financiación pública para lograr estas vacunas, pero ahora no dudan en minimizar sus riesgos y maximizar sus beneficios muy por encima de cualquier criterio ético.