Jesús María Pérez
Con motivo del fallecimiento de Esteban Volkov Bronstein el pasado 18 de junio en Ciudad de México a la edad de 97 años y el 83 aniversario del asesinato de Trotsky el próximo 20 de agosto, hemos considerado que tiene interés republicar la entrevista que un servidor y Andrés Lozoya le hicimos en el hotel Suecia de Madrid en el que se alojaba a principios de febrero de 1989. La entrevista fue editada ese año en uno de los últimos números publicados de Nuevo Claridad que fue el órgano de expresión creado por quienes defendían un programa y una política marxista en el seno del PSOE, la UGT y las JJSS frente a la deriva socialdemócrata de la dirección. En las tres organizaciones fueron perseguidos desde 1976 y de las tres fueron expulsados masivamente como condición previa al giro procapitalista que protagonizó la dirección encabezada por Felipe González.
Volkov nació en 1926 y tuvo una infancia muy difícil pues vivió de forma muy directa el terror estalinista que persiguió de forma sanguinaria a toda la familia de León Trotsky, así como a decenas de miles de familias de integrantes del partido bolchevique ruso que osaron oponerse a la degeneración burocrática de la Revolución de Octubre.
Cuando contaba con solo dos años murió su tía Nina Nevelson, la hija menor de Trotsky, cuando éste se encontraba exiliado en Alma-Ata. Tenía 26 años de edad y falleció de una tuberculosis. La policía estalinista retenía la correspondencia entre ambos tal y como denuncia Trotsky, entre otros detalles de su persecución, en una carta dirigida a toda la dirección del Partido Comunista Ruso1 en enero de 1933.
A los cinco años salió de Moscú con Zinaida Volkova, su madre, buscando un tratamiento médico pues también padecía tuberculosis como su hermana. Consiguieron llegar a Prínkipo (Turquía) y juntarse con el abuelo que ya había sido expulsado fuera de territorio soviético por Stalin. “Tras diez meses de residencia en Turquía logran obtener un permiso para que fuera a tratarse a Alemania” quedando el nieto a cargo del abuelo, tal y como relata Trotsky en la carta mencionada. Comienza la recuperación de la enferma, pero un nuevo golpe de la burocracia estalinista la lleva hasta el límite de su resistencia: En febrero de 1932 se publica un decreto retirando la ciudadanía soviética a Trotsky, su mujer, su hijo y su hija, lo que suponía que Esteban Volkov también la perdía. Zinaida había perdido a su hija menor, estaba gravemente enferma, había sido separada de su marido (detenido y posteriormente fusilado), y con la pérdida de ciudadanía se esfumaban las posibilidades de volver a reunir a la familia, haciéndolo difícil incluso en el caso de Esteban a pesar de estar fuera de la URSS. El acoso y la gota que colmó el vaso fue la expulsión decretada por la policía berlinesa de Zinaida de la ciudad sin poder ir a ningún sitio debido a la pérdida de ciudadanía. Los esfuerzos para reunir a madre e hijo llegaron tarde pues Esteban estuvo escasamente una semana con su madre en Berlín, antes de que ésta se quitara la vida. Como denunció Trotsky, “no fue una muerte voluntaria. Stalin la obligó”.

Esteban pasa un tiempo en un internado en Viena pues Trotsky sufre un peregrinaje de país en país ya que ningún gobierno acepta sus solicitudes de asilo. En 1934 logran enviarlo a París con su tío León Sedov, mano derecha de Trotsky, con quien está hasta el 16 de enero de 1938 fecha en la que muere en una clínica parisina, probablemente envenenado, cuyo director tenía evidentes lazos con la policía estalinista (GPU) y quien al parecer declaró tiempo después que para él la muerte de Sedov, “fue el día más feliz de su vida”.
Tras este enorme golpe Trostky organiza el traslado de Esteban Volkov a México, único país en todo el mundo cuyo gobierno le ha acogido como refugiado.
Pero sólo pasan unos meses hasta que Esteban sufre heridas leves en el atentado contra Trotsky organizado por el pintor estalinista David Alfaro Siqueiros.
Y unos pocos meses después, en agosto de 1940, llega a la casa en la que vivía con sus abuelos pocos minutos después de que Ramón Mercader haya herido de muerte a Trotsky, pero aún lo suficientemente consciente para pedir a los presentes que evitaran a su nieto la violencia del momento.
Esteban Volkov estudia Químicas en México y en los años 50 forma parte del equipo que sintetizó por primera vez en la historia el elemento base de la píldora anticonceptiva. Hasta los años 70 vivió en la casa de Coyoacán en la que su abuelo fue asesinado formando una familia con la madrileña Palmira Fernández, también castigada por los hechos acaecidos en la guerra civil española y con la que tuvo cuatro hijas.
En los años 90 decidió convertir la vivienda en el Museo León Trotsky para reforzar su papel de albacea de la figura de su abuelo y tratar de responder y contrarrestar la montaña de calumnias, deformaciones y mentiras que se vertieron durante décadas contra él y contra sus ideas.
Aunque nunca formó parte de ninguna organización política defendió sin ambages el legado político de León Trotsky como se puede comprobar en la entrevista que publicamos.
Mantuvo firme su confianza en el socialismo afirmando que es “la única doctrina hoy en día que plantea un cambio, un camino, la búsqueda de un mundo más justo”. Respecto a la URSS tenía claro que el camino era “la devolución del poder a los soviets” (consejos obreros) como única vía de “regenerar la Revolución de Octubre”, manteniendo sus conquistas, pero devolviendo el poder a la clase trabajadora. Hay que tener en cuenta que esto lo planteaba antes de la restauración capitalista en Rusia y en el resto de los países con regímenes similares. Este cambio cualitativo implica que la revolución pendiente en estos países solo puede tener el mismo carácter que en el resto de los países capitalistas; socialista.
También defendió los métodos democráticos de organización dejando claro que “es fundamental mantener siempre una democracia obrera, la libertad de discusión en los partidos y estar siempre, primordialmente, al servicio de los explotados y anteponer siempre sus intereses a intereses personales, sectarios…, ante objetivos mucho más grandiosos, más universales”.
Entrevista con Esteban Volkov
Entrevista realizada por Jesús María Pérez y Andrés Lozoya
15 de febrero de 1989
El 9 de septiembre de 1988 el órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Pravda, publicó un artículo sobre la figura de Trotsky en el que afirmaba: “No podemos sino rendir homenaje a Trotsky, porque, contrariamente a muchos otros, él no se inclinó ante la dictadura estalinista”.
Dos meses más tarde, ya entrado el mes de diciembre, Esteban Volkov viaja a la URSS a visitar a su hermana Alexandra, a la que no veía desde aquel lejano día del año 1931 en que Stalin les concede permiso, a él y a su madre –Zinaida– para abandonar la URSS. De acuerdo con la perversidad que Stalin mostró más tarde de manera sobrada, se vieron obligados a separarse de Alexandra que, solo hoy, con 75 años y gravemente enferma de cáncer, “ha podido dar testimonio histórico de su vida” a la revista Ogoniok. Hasta la actualidad, su existencia había sido ignorada por la gran mayoría de la población soviética.
Comienza así un peregrinar por lugares como Prinkipo, la isla turca donde su abuelo fue inicialmente exiliado, Berlín, Viena, París, hasta ser trasladado a Coyoacán (México), donde, tras el asesinato de Trotsky, instala su residencia definitiva.
Mitin en Moscú
Hoy (febrero de 1989), a su paso por Madrid para asistir a unas Jornadas sobre la obra y la vida de León Trotsky, invitado por la Fundación Andreu Nin, repasa con nosotros algunos episodios de su vida, del periodo estalinista, de la figura de su abuelo, la vigencia de sus ideas, sobre la URSS y sobre el futuro del socialismo.
–En diciembre has estado en la URSS por primera vez desde hace muchos años.
–Sí, son muchos años. Desde el año 31 que salimos… ¿cuántos años son?
–Cincuenta y ocho años.
–Sí… muchos años. Todavía se percibe el peso del pasado estalinista, aunque se observan cambios, se observa un poco de aire fresco. Se puede hablar sin temor…
–Creo que tuviste un mitin en Moscú.
–Sí. Primero tuvimos una entrevista con un equipo de la revista Ogoniok. Luego, asistimos como invitados a la Casa del Pueblo, donde había una sesión del grupo Ogoniok, y nos encontramos con un gigantesco cartel lleno de fotografías de Trotsky, de Sedov, de Natalia, textos, peticiones de rehabilitación, hojas de firmas para las peticiones… Ahora han añadido una fotografía del nieto, un capítulo más sobre la familia.
Luego pudimos dirigir la palabra a una reunión en la que había como 500 personas, en la que tuvimos una calurosa acogida. Pudimos tocar toda la parte de la vida de Trotsky en México, que está totalmente ignorada en la Unión Soviética. Son páginas que no existen en la Unión Soviética; no se sabe quién lo mató, ni en qué condiciones murió, ni en qué país murió, ni donde vivió…
Relación Lenin-Trotsky
–Entonces, ¿cuál es el ambiente sobre la rehabilitación de Trotsky, los bolcheviques…?
–Pues hay un gran ambiente entre sectores de intelectuales, pero sobre todo entre los llamados hijos de los enemigos del pueblo. Un grandísimo entusiasmo y admiración por la figura de Trotsky.
–Ya sabes que la leyenda oficial habla de la “gran rivalidad” entre Lenin y Trotsky.
–He leído bastante sobre ese punto, aunque tengo las mismas fuentes de información que las personas que están interesadas en el tema. En cuanto a las divergencias, eran moneda de uso corriente y realmente la fuerza del partido bolchevique precisamente estaba en esas “divergencias” y en esa posibilidad abierta de discusión, en esa interacción de cerebros brillantes. De ahí es de donde salieron las armas ideológicas de la Revolución de Octubre; no salieron del diccionario de un burócrata, sino de un conjunto de cerebros vivos, llenos de dinamismo, que estaban continuamente en busca de la verdad, del camino correcto. Eso [las divergencias] no eran un defecto, eran una virtud que hubiera fuertes y duras polémicas entre los bolcheviques.

Creo que ese es el secreto del éxito del partido bolchevique, y no convertir ese partido en un gigantesco rebaño que responde nada más que a la opinión de uno solo, la opinión de un ser mediocre. Pero eso ya forma parte de otra época, la época de la contrarrevolución, la época de la decadencia del partido comunista, la usurpación y la traición a la revolución socialista.
–Entonces, ¿no crees que haya diferencias entre marxismo y trotskismo?
–No, ninguna. El marxismo y el trotskismo se suceden. El trotskismo es la esencia del marxismo, es el marxismo al servicio de la clase obrera. Creo que los buenos trotskistas quizá sean los que tienen mayor conocimiento de la teoría marxista y que la han aplicado con más aptitud, y más honestidad, sobre todo. El trotskismo realmente no tiene más patrón a quien rendir cuentas que a la clase obrera.
La perestroika
Volkov se muestra seguro en sus respuestas, aunque con la prudencia que caracteriza a quien se sabe, como él, una especie de albacea de la figura histórica de su abuelo. Prudencia que extrema a la hora de analizar la situación en la URSS.
–La perestroika, cuando menos, es el inicio de un cambio. Pero hay muchos factores que invitan a pensar no de una manera muy optimista en cambios profundos en las estructuras de la organización política, que implicarían un debilitamiento del poder político de la burocracia… que es una conditio sine qua non para que la Unión Soviética reinicie su despegue, su arranque económico, científico, tecnológico. Es totalmente necesario que suelte el lastre que está estrangulando al país que vaya restituyendo el poder de los soviets, que era el proyecto original de Octubre. El estalinismo fue el que se apartó de este modelo.
–Acerca de la represión durante el periodo estalinista, se habla incluso de 30 millones de muertos.
–¿Treinta?
–Sí, son cifras que se publicaron aquí.
–Pues sí, es posible. Si tenemos en cuenta lo de ahora, en Bielorrusia, donde se han descubierto los restos de 300.000 cadáveres… Y es un pequeño lugar en la inmensidad del territorio soviético.
Posiblemente nos encontramos ante el mayor criminal de la historia; creo que supera a Hitler; más o menos, quizás se igualan en cuanto a la cantidad, pero el grado de perversidad, de sadismo que agregaba Stalin a sus crímenes sí supera ampliamente a Hitler. A Stalin no le bastaba con matar a la persona; tenía que encarcelarla, torturarla, aniquilarla mentalmente, someterla a las más horribles y bajas humillaciones que un ser humano puede sufrir. Grandes revolucionarios, grandes luchadores tenían que firmar las más abyectas declaraciones.
–Sedov, el hijo de Trotsky y tu tío, fue una de sus víctimas. ¿Recuerdas algo de él?
–No tengo demasiados recuerdos, así en detalle. Recuerdo a un hombre joven, activo, dinámico. Le veo siempre sentado en su cuarto de trabajo, en una mesa grandes y siempre leyendo, escribiendo o estudiando matemáticas, pues él simultáneamente a su actividad política como colaborador de León Trotsky, seguía su formación de ingeniero.
–Y sobre la vigencia de las ideas de Trotsky.
–A figuras como León Trotsky no se les puede quitar la vida como a cualquier ser humano, son individuos que siguen viviendo a través de sus ideas. Sus métodos, su instinto y heroísmo revolucionario siguen eternamente vivos para todos los demás.
Confianza en un futuro socialista
Lamentablemente, el tiempo se nos va acabando. Hay tantas cosas que comentar y tan poco tiempo (y espacio) para hacerlo.
–¿Qué le dirías a los trabajadores españoles?
–Que sigan las enseñanzas de León Trotsky. Es fundamental mantener siempre una democracia obrera, la libertad de discusión en los partidos y estar siempre, primordialmente, al servicio de los explotados y anteponer siempre sus intereses a intereses personales, sectarios…, ante objetivos mucho más grandiosos, más universales.
–¿Tienes confianza en el futuro del socialismo?
–Sí, creo que es la única doctrina hoy en día que plantea un cambio, un camino, la búsqueda de un mundo más justo. Todos los demás tratan de justificar este mundo, de convencer que es natural que haya injusticia, que haya desigualdad… así como la hay en la selva –el animal más grande se come al más chico–, pues la sociedad está hecha a su imagen y semejanza. Se olvidan que el hombre tiene cerebro, tiene capacidad de crear, planear, diseñar, realizar las obras más colosales. Si lo ha hecho en todas las ramas del conocimiento, del saber humano, por qué no lo va a hacer en cuanto a organización y estructuras sociales.
Nota
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/escritos/libro3/T04V113.htm