Foto. Yolanda Díaz en la presentación de SUMAR. Foto de Jesús Hellín / Europa Press
“Alguien tiene que ocuparse de la esperanza” decía Yolanda Díaz en la presentación de SUMAR en Madrid, al que ella misma denomina como un movimiento ciudadano. “SUMAR va de inteligencia colectiva, de pensar un país mejor, va de presentar un proyecto de país para la próxima década”1. Sin duda, hace falta recuperar la esperanza en que es posible cambiar esta sociedad y que tenemos la fuerza para hacerlo. SUMAR puede ser una ocasión de empezar a reconstruir una alternativa colectiva de la izquierda transformadora y, siguiendo los criterios que la propia Díaz ha puesto sobre la mesa, es importante hablar y escuchar a todo el mundo sobre cómo lograr ese objetivo.
Jordi Escuer
La actual vicepresidenta segunda del Gobierno de coalición es la líder política mejor valorada de las encuestas, por encima de Pedro Sánchez, aunque también suspende2. Es el principal referente de la izquierda para muchas personas, más allá de la militancia. Pero, entre esta última, despierta reacciones encontradas, desde el apoyo más entusiasta al recelo.
La necesidad de la unidad
Quizás, la mayor baza con que cuenta es la urgencia de la unidad de las fuerzas de la izquierda transformadora. Yolanda Díaz tiene la oportunidad, desde la visibilidad pública que su posición le brinda, de actuar de cauce para esa necesidad. Sin embargo, ¿cómo fraguar la unidad?
“Doy un paso adelante con una condición, en ese movimiento ciudadano soy una pieza más, el protagonismo es vuestro, es de todas nosotras. Con un reto: tiene que hablar la gente, ya está bien de que hablen los de siempre. Aquí cabe todo el mundo, con dos condiciones, una enorme generosidad y ternura”. En una sociedad donde todo gira entorno a seguir al líder, es muy positivo que ella se considere una pieza más y que el protagonismo debe ser de la gente. Pero ¿cómo van a ejercerlo?
Ha insistido en que “esto no va de partidos políticos” y, dicho así, no es de extrañar que sus palabras despierten recelos entre la militancia, pues existe el temor a que siga los pasos de Manuela Carmena, que utilizó argumentos similares para hacer saltar por los aires Ahora Madrid y, ¡oh, sorpresa! construir un partido a la vieja usanza, como es Más Madrid.
Más que alentar el prejuicio hacia los partidos políticos, aunque no se pretenda, habría que abordar cómo superar los distintos problemas que afectan a las organizaciones de la izquierda de todo tipo: desde el burocratismo al institucionalismo, pasando por el mesianismo de quienes se consideran poseedores en exclusiva de la auténtica alternativa revolucionaria y terminando por la incapacidad de convivir con la diferencia.
Sería un paso adelante sumar en una misma plataforma común a los diferentes partidos a la izquierda del PSOE y a los movimientos sociales (sindicatos de clase, colectivos, vecinales, ecologistas, feministas…). Ya se vio que era posible en la primera parte de la experiencia de los Ayuntamientos del cambio. Pero eso exige, al menos, tres condiciones:
- Unidad en torno a un programa común y a las acciones necesarias para su defensa. Una unidad que debe fortalecerse por abajo.
- Libertad de crítica tanto de los colectivos como de las personas que conformen ese movimiento.
- Métodos democráticos de funcionamiento: desde la elaboración democrática de los programas y del seguimiento de su aplicación, hasta la elección con primarias abiertas proporcionales de las candidaturas, pasando por la autonomía de la base y de sus integrantes, para desarrollar la labor cotidiana.
Ese es el terreno en el que puede prosperar un frente político realmente transformador y aglutinador del máximo posible de fuerzas. Todas y cada una de las personas integrantes se sentirán responsables del mismo, si sienten que tienen voz y voto real en su funcionamiento cotidiano.
La propuesta de SUMAR podría abrir ese camino y debería empezar a construirse desde abajo, en cada barrio, en cada localidad, empresa o centro de estudio. En esa dirección habría que empujar el proceso, pues es una necesidad real. Izquierda Unida y el resto de fuerzas de la izquierda transformadora tendrían que poner cuanto estuviera en su mano para que esto saliera adelante, y defender unos métodos como los que aquí se señalan.
Un nuevo contrato social ¿con quién?
“Con este movimiento ciudadano, ha llegado la hora de que vosotros deis un paso adelante para hacer algo fundamental, un nuevo contrato social democrático, del que los hiperricos no se pueden independizar sino que deben aportar como todo el mundo”, dice Yolanda Díaz. Este es un terreno mucho más resbaladizo, por eso es necesario buscar la unidad en torno a un programa y a la acción, pero con plena libertad de crítica.
Es la obligación de quienes participan en la izquierda defender sus puntos de vista, tratando de comprender las causas profundas de los problemas sociales que se sufren y las vías para resolverlos. Cuando se habla de un contrato social necesariamente se sugiere que es posible un acuerdo con los grandes poderes económicos para resolver esos problemas sociales: el desempleo crónico, la pobreza, el deterioro medioambiental, etcétera. El referente es el gran acuerdo posterior a la Segunda Guerra Mundial entre las fuerzas de izquierda y los partidos democristianos, por el que el capitalismo se avino a hacer unas concesiones en materia de derechos sociales, laborales y democráticos, para evitar el riesgo real de un transformación revolucionaria de la sociedad.
¿Hoy se puede alcanzar algo equivalente? ¿Eso sería lo deseable? ¿Realmente esa es una perspectiva realista? El Banco Central Europeo se prepara para seguir los pasos de la Reserva Federal estadounidense, priorizando el combate contra la inflación mediante la subida de los tipos de interés y la cancelación de las compras de deuda pública, y ya se están preparando para la vuelta a una política de “austeridad”. El ministro alemán de finanzas decía en junio: “Nuestra tarea como ministros de finanzas es demostrar que estamos volviendo a unas finanzas públicas sostenibles y dejar atrás la política fiscal expansiva de la pandemia [del coronavirus]”3. La Comisión Europea, en palabras del vicepresidente económico de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis “en la parte fiscal, es importante embarcarse en la senda hacia una política fiscal prudente, dejando atrás los estímulos globales que aplicamos durante la pandemia”. Esto nos avisa de que el dinero que se gaste irá a apoyar las medidas para superar la dependencia del combustible fosil ruso, a rescatar a las grandes empresas, pero no a atender las necesidades sociales (sea Sanidad, vivienda o cualquier otro aspecto social). De hecho, algunos analistas se preguntan cuánto tendrá que crecer el paro para detener la subida de los salarios. Es decir, no dudarán en tomar las medidas que sean necesarias4, aunque lleven a una recesión, si eso permite que sean los salarios quienes paguen las consecuencias de la subida de los precios5.
Si eso son sus planes, no deberíamos alimentar las expectativas en que es posible un nuevo contrato social con las entidades empresariales o con los actuales organismos de la UE, sería llevar al movimiento a un callejón sin salida. Por eso, además de defender un proceso unitario basado en la libertad de crítica y los métodos democráticos, si un papel debería jugar una fuerza como IU en el proceso de construcción de una alternativa es el de defender una postura socialista, democrática y de clase, que se plantee no sólo combatir los efectos de la sociedad capitalista en la que vivimos sino, además, ir a las raíces y defender una superación del propio sistema.
Si hay hiperricos es porque hay hiperpobres. Si los beneficios empresariales llevan años batiendo récords es, precisamente, porque la participación de la clase trabajadora en el reparto de la renta es cada vez menor. La desigualdad es consustancial al capitalismo, por eso no se puede resolver sin chocar con él. La explotación, de las personas y de la naturaleza, son inherentes a este sistema social. El comportamiento de las instituciones no responde a un capricho sino a las presiones de un sistema determinado, el capitalista, que trata de imponer las salidas que garanticen que se recupera la tasa de ganancia, sea a costa de lo que sea.
La izquierda está más necesitada que nunca de elaborar una alternativa sólida, que dé respuesta a lo más inmediato, claro, pero que sea capaz de unirlo a una transformación social. Y no se trata de plantear un socialismo burocrático, como el que se vivió en la antigua URSS, sino una planificación descentralizada y democrática de una economía que tendrá que funcionar de manera muy distinta a como es hoy el sistema productivo mundial, que priorice atender las necesidades sociales con los recursos disponibles. De hecho, lo que impide que todo el mundo viva en condiciones dignas no es la falta de recursos sino el uso que la economía capitalista hace de ellos. Hay estudios que demuestran que con cantidades que oscilan entre el 10 y 40% de la energía que hoy usamos6, se podría garantizar unas condiciones de vida digna a toda la población mundial, algo que hoy no sucede. Pero la condición sine qua non es acabar con las desigualdades sociales.
No se trata de regular a las compañías energéticas, por tomar un ejemplo, sino de convertirlas en servicios públicos mediante su nacionalización y, desde el control democrático de las mismas, transformar la forma de producir energía. Eso es lo único que permitiría garantizar una transición energética justa socialmente y eficaz desde el punto de vista ecológico. Si no, la transición se seguirá haciendo a la medida de las grandes compañías, aunque se les cobren más impuestos.
La recuperación de la movilización
Si la unidad y los métodos democráticos son vitales, la experiencia también demuestra que una alternativa de la izquierda sólo puede triunfar si se apoya en la movilización. Estamos empezando a vivir la respuesta de la clase trabajadora ante esta situación con un número cada vez mayor de protestas por el alza del coste de la vida, la precariedad laboral o el desmantelamiento de la sanidad pública. Está habiendo infinidad de conflictos laborales en el Metal, en las aerolíneas, en las energéticas, etcétera, en defensa del mantenimiento del poder adquisitivo y unas condiciones de trabajo dignas.
Una plataforma como SUMAR debería apoyarse en esa movilización. Sin embargo, eso implica que, las fuerzas de la izquierda transformadora que la integran, deben tener las manos libres para movilizar y plantear alternativas en relación con el Gobierno central. El énfasis hay que ponerlo, no en lo que Sánchez esté dispuesto a dar, sino en lo que es necesario, en lo que UP piensa que debería hacer un gobierno de izquierdas y llamar a la movilización.
No deberíamos fomentar ilusiones en el “giro a la izquierda” de Pedro Sánchez. Una cosa son sus votantes, incluso sus militantes, y otra sus ataduras con la patronal, con las instituciones europeas y con la OTAN. Éstas son demasiado fuertes para que esté dispuesto a ir muy lejos. De hecho, el PSOE ha votado con el PP, y otros partidos de derechas, la conveniencia de aumentar el gasto militar al 2% y la ampliación de la base de Rota7. Y su política migratoria o sus acuerdos con el régimen marroquí, siguen intactos.

Los malos resultados electorales en Andalucía (y en todas las elecciones autonómicas pasadas) le empujan a ir más allá de lo que querría, pero ninguna de las medidas que se han aprobado actualmente van a cambiar sustancialmente la situación de la clase trabajadora. Bienvenido cada paso adelante, por pequeño que sea, pero la realidad es que la mayoría de quienes necesitan el Ingreso Mínimo Vital no lo reciben8 y el sistema sanitario público se sigue degradando, mientras el PSOE se niega a cortar la participación de las empresas privadas en la Sanidad9 o a decretar un aumento de plantillas y recursos acorde con las necesidades. De hecho, para ver como se trata de un giro “a la izquierda” cosmético, el PSOE ha rechazado en el Parlamento la reforma fiscal planteada por IU10, entre otras medidas. Con la derecha sería peor, pero eso no será un consuelo para quienes estaban en situación de pobreza con ella y siguen estándolo con la izquierda. Esa es la razón de la desmovilización electoral. Y si la izquierda transformadora alimenta ilusiones en estas parcas medidas, que van a ser insuficientes, se le responsabilizará de su fracaso.
Hay que explicar y evidenciar con las propuestas que se hagan, que la parte de la dirección del PSOE en el Gobierno no está interesada en detener la caída de poder adquisitivo de la clase trabajadora, sino sólo en suavizarla un poco para que no estallen las luchas. Esa es su concepción de un Pacto de Rentas, asegurarse que los trabajadores y trabajadoras aceptan una caída de sus ingresos reales sin movilizaciones, a cambio de algunas migajas. La patronal, como no se ve amenazada por la movilización por ahora, no desea hacer ninguna concesión. Pero la situación económica y social en la que nos estamos adentrando va a suponer un enorme ataque a la clase trabajadora.
Ni SUMAR, ni UP, deben entrar en esa dinámica de justificar el mal menor, sino que deben poner sobre la mesa la elaboración de un programa, capaz de dar respuesta a los problemas que arrastramos y capaz de ilusionar a cada vez más personas. Y eso ha que hacerlo apoyándose en la movilización. SUMAR debería construirse sobre la defensa de las medidas que aplicaría si tuviera mayoría para gobernar.
Ese es el camino que nos gustaría que tomase SUMAR. Y, en todo caso, es el camino que debemos empezar ya en los barrios, empresas y centros de estudio. Somos conscientes de que muchos de quienes liderarán este proceso tendrán puntos de vista muy diferentes, por eso, sin actitudes sectarias, es necesario la defensa de estas posiciones en este proceso.
Apuntes para un programa alternativo
Hay que abrir una discusión en el seno de la izquierda sobre estas cuestiones para desarrollar un programa, que partiendo de las necesidades más inmediatas las una propuesta de transformación social superadora del capitalismo. Estas podrían ser sus líneas básicas:
- Una renta básica universal que garantice a toda persona que no carece de un ingreso mínimo que le permita vivir. Iría unida a una reforma fiscal. A corto plazo habría que tomar la medida de otorgar el Ingreso Mínimo Vital por declaración responsable.
- Garantizar el suministro energético mínimo a toda la población con medidas inmediatas y vincularlo a la nacionalización de las compañías energéticas y conversión en un servicio público.
- El acceso a la vivienda tiene que estar garantizado, pues es la base de las condiciones de vida. Debe dejar de ser tratado como un bien de inversión. Tomar medidas urgentes para, con una prohibición de los desahucios, poner en uso todas las viviendas vacías. Eso tiene que ir unido a un plan de rehabilitación de viviendas (accesibilidad, eficiencia energética, etcétera), que se promoverá y dirigirá desde el sector público, con participación democrática.
- Salarios y condiciones laborales decentes. Se trabaja para, en primer lugar, poder vivir adecuadamente y para atender las necesidades sociales. Como rezaba en una pancarta para de una huelga de trabajadores del pan de Irlanda: “producimos pan, no beneficios”. Ante el aumento del coste de la vida, una escala móvil de salarios que vincule su aumento al incremento del coste de la vida. Plantear un SMI acorde con las necesidades reales, con complementos autonómicos obligatorios. En Madrid o Barcelona, con menos de 1.450 euros no se puede vivir, según los últimos estudios (y escasos) que hay11.
- Reducción de la jornada laboral para erradicar el desempleo. Sin disminución salarial. Eso forzaría un reparto de la riqueza desde la propia producción, y liberaría tiempo para poder atender la vida personal, los cuidados y, también, para participar en la vida social y política y pelear por los derechos. Acortarla a 4 días permitiría reducir el gasto en transporte.
- Desarrollo y democratización del sector público. La Sanidad, la Educación y los cuidados, así como todos los servicios básicos, deben tener plantillas suficientes (hoy son enormemente insuficientes), en condiciones laborales dignas y con un funcionamiento democrático, que permita tanto a las propias plantillas como a los usuarios, participar en el desempeño de su actividad. Un plan de creación de empleo público en todos los servicios básicos. Hay que desterrar el burocratismo y la jerarquización de estos sectores. Un decreto ley de defensa de la Sanidad Pública que corte el trasvase de fondos a la privada y exija ratios mínimos, y condiciones laborales mínimas dignas, para todo el Estado.
- Convertir en servicios públicos los grandes sectores económicos que hoy constituyen un oligopolio privado, a fin de garantizar que su funcionamiento deja de estar sometido al afán de lucro y se centra en la atención de las necesidades sociales y el respeto a los límites ecológicos. Eso exigiría su nacionalización o intervención pública. Nos referimos a la Banca, a las compañías energéticas, de telecomunicaciones, las industria, la obra civil, el transporte y la gran distribución.
- Puesta en marcha de un transformación de la producción agrícola y ganadera, para hacerla sostenible y garantizar la soberanía alimentaria. Eso sería la base para acabar con el abandono de la España vaciada y requeriría intervenir el sector agroindustrial y abolir los latifundios, sentando las bases para que las personas puedan vivir en condiciones dignas en el campo.
- Reducción drástica de la deuda pública, mediante una moratoria, auditoría y quita de la deuda. Eso es inseparable de lo planteado en el punto anterior, particularmente de la nacionalización del sector financiero.
- Desarrollo de una política monetaria propia, incluido el uso de monedas complementarias, que permitan que el dinero esté al servicio del buen funcionamiento de la economía y no al revés.
Este programa es un todo articulado. Una renta universal no basta para resolver el problema, ni reducir la jornada laboral… por si solas, cada medida tomada aisladamente no es una solución definitiva y, por eso, hay que defenderlas conjuntamente. Es más, un programa de estas características tiene que desarrollarse como una propuesta europea, e internacional.
Es importante romper la lógica que nos impone el sistema: la derecha quiere combatir la inflación y la izquierda no. Es falso. Rechazar la política de la derecha o del BCE, no equivale a estar a favor de la inflación. Todo lo contrario. La única forma efectiva y justa socialmente de combatirla, es ir a las causas. Solucionar el problema de la vivienda, la rehabilitación las casas para una reducción drástica del consumo de energía, mejorar y extender el transporte público, desarrollar una agricultura ecológica con producción local que suministre alimentos saludables, fortalecer la sanidad pública o crear un buen sistema de cuidados, son las mejores medidas antiinflacionistas que se pueden adoptar.
Frente al caos al que nos aboca el capitalismo, cada vez más, estas propuestas serán vistas como razonables por cada vez más personas. Es necesario un trabajo de elaboración de estas propuestas, y más que no hemos recogido, de forma colectiva. El socialismo en otra época logró aglutinar a lo mejor de la sociedad detrás de un objetivo común. Hay que volver a tomar ese camino, aprendiendo de lo sucedido en el siglo XX.
Notas
1 https://www.youtube.com/watch?v=9pdT_j8JSyo
3 https://www.ft.com/content/aa61c9a3-a76e-4124-bb47-416033b4e384
4 “En la segunda parte de este año vamos a presenciar como se intenta recuperar el tiempo perdido en la lucha contra la inflación, para evitar una crisis social que ponga contra las cuerdas a la mayoría de los políticos que nos gobiernan. Los bancos centrales, cada vez menos independientes de los gobiernos, tendrán que seguir subiendo el coste del dinero, aunque para ello hundan el barco del crecimiento económico. A medida que el barco zozobre, las presiones de inflación remitirán y darán paso a otra realidad muy dura, la recesión económica. Esta nueva fase obligará a muchas empresas a plantearse su viabilidad y a muchos ciudadanos a perder su trabajo. Los mercados financieros vivirán una gran crisis, porque no están acostumbrados a vivir sin el cuidado continuo de la política monetaria ultra expansiva. Como en todas las grandes crisis, aparecerán otros cadáveres en la economía que hoy ni siquiera sabemos que existen, porque en todo ajuste severo la caída de las piezas de domino destapan desequilibrios y excesos que a primera vista no eran aparentes”.
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/07/13/opinion/1657670841_200020.html
5 “En suma, en países como el Reino Unido o Estados Unidos, la economía debe ser debilitada suficiente para eliminar el sobrecalentamiento doméstico [económico] y frenar la probable espiral destructiva salarios-precios.
Eso plantea dos cuestiones: ¿cuán grande deberá ser el debilitamiento y como se va a aplicar?” Martin Wolf, en el artículo “Tiempos nefastos por delante para Reino Unido, cuando la inflación se combina con bajo crecimiento”. https://www.ft.com/content/a877d530-059d-4238-93cd-0c1cea5053ab
6 Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Leeds planteaba que en 2050, con una población mundial de 10.000 millones de seres humanos, se podría vivir con un 40% de la energía que empleamos hoy. Y bien, con “servicios altamente eficientes para cocinar, mantener los alimentos o lavar la ropa; 50 litros de agua por persona al día con 15 litros de agua caliente para el baño, una temperatura en los hogares de 20° todo el año, acceso a ordenadores conectados a las tecnologías de la información, y una red de transporte que proveería entre 5.000 km y 15.000 km al año por persona, además de un servicio de sanidad universal y una educación gratuita para todos entre 5 y 19 años». https://www.eldiario.es/ballenablanca/365_dias/investigadores-muestran-vivir-2050-demanda-energia-60_1_6431271.html
7 PSOE y PP apoyan subir al 2% del PIB el gasto en Defensa y aumentar la presencia militar en Rota
8 Sólo el 13,35% de la población bajo el umbral de la pobreza en España se ha beneficiado del Ingreso Mínimo Vital (IMV), según denuncia la Asociación de Directores y Gerentes en Servicios Sociales. https://www.infolibre.es/politica/directores-servicios-sociales-alertan-13-3-poblacion-pobre-percibe-imv_1_1259699.html
9 El PSOE no tiene voluntad política de desprivatizar la sanidad. La diputada, portavoz en la Comisión de Sanidad, insiste en que Unidas Podemos no apoyará la nueva norma de cohesión sanitaria si en ella no se deroga la Ley 15/1997 que abrió la puerta de la sanidad pública a las empresas privadas.
10 El PSOE tumba en el Congreso la reforma fiscal y las medidas económicas de UP
11 La consultora Ksnet ayuda a calcular el salario de referencia en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB). Resultado: entre 2016 y 2021, el dinero mínimo necesario para vivir en la zona ha aumentado el 28,3%, hasta los 1.345,48 euros. El incremento es del 31,8% en Barcelona ciudad, hasta los 1435,26. Pero en cambio, en el conjunto de municipios del área metropolitana, el salario aumentó entre 2016 y 2020 (última cifra disponible) el 5,3%.