Grupo aragonés de Manifiesto por el Socialismo.
Estamos viviendo un acontecimiento histórico tan dramático como excepcional. En apenas tres meses, el mundo se ha visto alterado por una enfermedad que se expande sin freno, la acompañan la muerte y el miedo, junto al aumento de la pobreza, las mentiras y la propaganda. Todo forma parte de la batalla ideológica, que se da, en medios de comunicación y redes sociales. Anticipando, la que se avecina en el futuro, tanto en lo político, como en lo económico y social.
El estado de shock es generalizado, las poblaciones se recluyen en sus viviendas, siguiendo las instrucciones de sus dirigentes políticos, a la espera de que pase, la pesadilla en lo sanitario, con los miedos de lo que sucederá después. Miedo al despido, a perder derechos, y a que la próxima crisis vuelva a recaer sobre los que ya la pagamos 2008.
El discurso es prácticamente unívoco: juntos venceremos a la pandemia, unidos podemos con el virus, en la enfermedad y en la muerte no existen diferencias, nos afecta por igual. También en las consecuencias: todos sufrimos el confinamiento y sus inconvenientes. El todos para uno, y uno para todos, se convierte en dogma.
Vemos a futbolistas donar dinero y bajarse sueldos, también a personajes públicos confinados en sus lujosas mansiones nos piden que nos quedemos en casa. Artistas de todo tipo haciendo llamamientos abstractos a la felicidad.
No podían faltar grandes empresarios y accionistas de banca, donando dinero y materiales para ayudarnos contra la pandemia. Sí, esos mismos que tributan fuera, que evaden impuestos, que desahucian a personas sin recursos, que explotan a niños en países del tercer mundo, esos mismos son ahora bienhechores para la humanidad.
Vemos a oficiales del ejército dando ruedas de prensa, militares patrullando las calles o cantando “soy el novio de la muerte” y haciendo sonar el himno nacional. Los vemos desinfectar instalaciones, construir hospitales de campaña, morir en combate contra el coronavirus. Incluso homenajes mutuos entre mossos d’esquadra o ertzaintza y guardia civil. A la ola reaccionaria, como no podía ser de otra manera, se ha unido la iglesia católica, como al cura de Sax que para derrotar al coronavirus salió a bendecir las calles del pueblo, escoltado por la guardia civil (1). Caso aparte merece el obispo de Huesca, que había propuesto sacar una imagen para bendecir a la ciudad como sucediera en la peste de 1497, después de anunciarlo públicamente, rectifico, por el miedo a aglomeraciones que pudieran favorecer la expansión del contagio (2), se ve que no confiaba mucho en sus rogativas.
No es casualidad que todas las fuerzas conservadoras se unan en momentos de crisis, de alguna manera, tienen que combatir la forma en la que el pueblo ha interpretado la realidad. Lo único que está frenando al coronavirus en el aspecto sanitario es la sanidad pública, ha sido y es la fuerza de choque, que junto al confinamiento han conseguido paliar en buena medida los efectos de la pandemia. Tanto es así, que de forma consciente se les tributa un merecido homenaje en forma de aplauso todos lo días, no así al ejército, la banca o a las grandes empresas.
Mientras, en los sectores en los que la iniciativa privada ha llevado el peso de la gestión, se ha evidenciado, que a la hora de elegir entre beneficios de las empresas y satisfacer las necesidades sociales, priman los primeros. Las residencias de ancianos -la mayoría privadas o concertadas- han sido la más dramática expresión de incapacidad, incluso dejadez, para una mínima atención para con los residentes. También el mercado ha demostrado su incapacidad para proveer a la sociedad de elementos de protección básicos, desde medicamentos, hasta respiradores y mascarillas.
LOS ERRORES DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
No es fácil combatir una pandemia de estas características, es imposible tener todos los medios necesarios en todos los lugares del mundo en un tiempo concreto. Pero si en algo coincide la comunidad científica es en que habíamos tenido dos alertas muy serias en las dos últimas décadas. Tanto el SARS (síndrome agudo respiratorio severo) como el MERS (síndrome respiratorio de oriente medio) nos habían advertido. ¿Por que no se tomaron las medidas necesarias para lo que se podía avecinar?
Nuestra respuesta es clara; interés privado que busca los hipotéticos beneficios empresariales que se puede generar, y los distintos intereses nacionales en cuestiones que no conocen de fronteras. Para combatir este tipo de enfermedades es fundamental que la ciencia esté al servicio de la humanidad, investigar en código abierto internacionalmente. Mientras no logremos aislar este o cualquier otro virus en el cualquier lugar del planeta será posible su reproducción y extensión al planeta en su conjunto. Otra cuestión fundamental en la prevención las enfermedades, incluidas las pandemias, es que se deben combatir en lo cotidiano, no cuando ya se han extendido.. Para ello es imprescindible dotar de medios a quienes se dedican a la ciencia en general y a las ciencias de la salud en particular.
Es importante es el cinismo del sistema social que trata de abordar con urgencia, solo las enfermedades que afectan a sus intereses económicos. La salud mundial no les importa nada en la medida en que no les afecta. Una sola muestra, según la OMS la malaria provocó en 2018 405.000 muertes, de las que 272.000 fueron niños. (3)
Resulta obvio reconocer, que ha habido errores durante el desarrollo de la enfermedad. Si las medidas de confinamiento se hubieran tomado antes, todo hace indicar que la extensión y sus devastadores efectos hubieran sido menores. La pregunta es ¿Por qué no se tomaron medidas antes?
Aquí pueden aparecer múltiples respuestas, todas ellas subjetivas. Desde la aparición del brote en Wuhan, los medios de comunicación y la inmensa mayoría de los científicos que podíamos escuchar nos decían: “es una cuestión de China”, “es como una gripe”, “aquí no llegará”, etc.
Aparentemente, en todos los estados y países la explicación era la misma, hasta el punto de negar evidencias, como si de un avestruz se tratara escondiendo la cabeza ante un peligro. Todo estaba controlado, eran pequeños brotes poco peligrosos.
El día 7 de marzo se publican las siguientes declaraciones de Tedros Adhanom Ghebryesus, director general de la OMS: “Si no estamos convencidos de que es incontrolable, ¿por qué habríamos de llamarla pandemia? (4)
Tal es así que, hasta el 11 de marzo, la OMS no declara formalmente la pandemia, pese a que una semana antes, ya se daban las condiciones que la propia organización considera necesarias para tal declaración.
LA PANDEMIA EN EL ESTADO ESPAÑOL
Cuando el ministerio de trabajo, encabezado por Yolanda Díaz, publicó una guía para empresas y trabajadores en caso de coronavirus, la patronal, incluso algún dirigente sindical, la criticaron duramente. La guía –ahora asumida– apenas recogía procedimientos básicos en cuanto a salud laboral, e indicaba que en caso de determinados síntomas no se acudiera a trabajar, además de fomentar el teletrabajo en la medida de lo posible. Transcribimos los publicado por el economista el 5 de marzo “Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, ha ido un paso más allá, asegurando que la guía de Trabajo podría “poner patas arriba el sistema productivo español” por posibles interpretaciones erróneas del texto. De la misma forma, Garamendi ha mantenido que la fórmula del teletrabajo no es óptima para sectores como el turismo o la industria, lo que podría llevar a su paralización.” (5)
Ese día los partidos de derecha, sus terminales mediáticas y las de la patronal vapulearon a Yolanda Díaz, por alarmista y exagerada, los mismos que hoy acusan al gobierno de haber reaccionado tarde, ese día no veían los peligros que ahora denuncian. Incluso el gobierno reaccionó deslegitimando a la Ministra, para afirmar que todo lo relacionado con el coronavirus era competencia única y exclusiva del ministerio de sanidad.
Ya sabemos, que la derecha culpa al gobierno por la expansión del virus a través de las manifestaciones del 8-M, no podemos negar, que en alguna medida pudo afectar. Al igual que todas las concentraciones públicas de esos días, en las convenciones de partidos políticos, en los medios de transporte, en los espectáculos públicos, incluso en las liturgias religiosas. Acusar al gobierno, de no reaccionar ante la epidemia por mantener las manifestaciones del 8-M, es tanto como acusarlo de querer acabar con la base social que lo sustenta.
La realidad, hoy, parece bien distinta. En nuestra opinión, las decisiones se aplazaron en nuestro país y en tantos otros, por una cuestión: las consecuencias económicas que tendrían las medidas necesarias para combatir el coronavirus.
Con el cortoplacismo clásico de los regentes del sistema y en defensa de los intereses de la minoría de siempre, no se pusieron en marcha las medidas adecuadas, el objetivo era no provocar daños económicos lo que ha acabado por generar una crisis más profunda a nivel mundial. Probablemente nos enfrentamos a la mayor crisis económica de la historia del capitalismo, la más extensa y en la que se prevé mayor caída del PIB mundial en un solo año. Había elementos que apuntaban con anterioridad al coronavirus a una posible desaceleración o crisis de la economía, no es el único elemento, pero sin duda, su impacto está acelerando, y profundizando sus efectos.
Hemos escuchado declaraciones de diversos presidentes aludiendo a la necesidad de preservar la economía por encima de la salud de los ciudadanos de sus países. Trump, Johnson, Bolsonaro, López Obrador, etc. El debate en las grandes instituciones internacionales no ha sido como evitar daños a la población, sino cómo evitar daños a los intereses económicos de las grandes corporaciones y al sector financiero.
LA REACCIÓN INTERNACIONAL A LA CRISIS
Dirigentes liberales, nada sospechosos de izquierdismo, defienden medidas de intervencionismo estatal, que califican como urgentes y radicales para afrontar la situación. El propio De Guindos, ministro de economía en la época de mayores recortes en nuestro país y actualmente vicepresidente del BCE, ha llegado a defender una “renta básica de emergencia” (6). No es el único que ha cambiado sus posiciones, el propio Trump ha obligado a General Motors a fabricar respiradores para combatir la emergencia sanitaria (7). Mientras, la Alemania, del paradigma liberal, ha puesto 600.000 millones de euros (60% del PIB español) estatales a través de varias fórmulas: un fondo de 100.000 millones de euros para adquirir acciones y nacionalizar empresas, 400.000 para avales y 100.000 millones más para créditos públicos –a través de un banco propiedad del estado—.
En todos los estados se aprueban medidas extraordinarias, liquidez, créditos, avales, inyecciones monetarias, deuda pública, etc. Todo con un fin, salvar al sistema, o, para ser exactos, a las élites económicas. Es curioso como se acompañan están medidas con pequeñas inversiones en sanidad o servicios sociales, son la zanahoria que desvía la atención de lo importante y pretende justificar el rescate público de las empresas privadas.
Parece que el dogma capitalista sirve cuando hay beneficios, a la hora de las pérdidas desaparece, la mano invisible del mercado es amputada, sustituida por la inversión pública para salvar sus beneficios.
EL GOBIERNO SÁNCHEZ-IGLESIAS
Antes de que se constituyera el actual gobierno las diferencias entre los partidos que lo conforman quedaron evidenciadas, hasta el punto de repetir unas elecciones que pusieron en peligro un gobierno de la izquierda. Si estas diferencias existían previamente, la crisis del coronavirus las ha hecho patentes, cuando menos en los discursos. Incluso se habla de graves y fuertes tensiones en el Consejo de Ministros, como en el del 14 de marzo, en el que al parecer Iglesias propuso nacionalizar alguno de los sectores estratégicos de la economía, lo que generó una amenaza de dimisión de Nadia Calviño, guardiana de la ortodoxia económica liberal (8).
La situación económica es compleja y no es fácil dar respuesta a la situación, el punto de partida previo a la crisis ya era malo. Según el Informe Arope sobre la situación la pobreza en España, en octubre de 2019, el 26,1% de la población se encuentra en situación de pobreza o exclusión social, mientras el 53,5% no puede hacer frente a un imprevisto 9. Incluso tener un trabajo no excluye de la pobreza, los datos de la OIT –en una jornada celebrada en octubre de 2019– así lo indican, 2,5 millones de trabajadores en nuestro país ingresan menos de 8500 € anuales (10). Llueve sobre mojado, la crisis del coronavirus va a agravar una situaciones ya extremas de antemano.
En este contexto, por cuestiones sanitarias, se obliga al confinamiento a millones de personas que apenas pueden sobrevivir. Mientras vemos como los Servicios Sociales están saturados, incluso algunos Ayuntamientos los cierran con la excusa de la pandemia. ¿Cómo obligar a quedarse en casa a quién no tiene recursos para alimentarse? En Italia ya se han producido saqueos de población que no tiene medios para comprar alimentos (11).
Vemos un Gobierno que anuncia medidas, alguna de ellas muy positivas, pero que o bien no son ciertas o se diluyen inmediatamente. Se ha anunciado la posibilidad para intervenir la sanidad privada, no se ha aplicado a día de hoy –12/04/2020—cuando se han llegado a construir hospitales de campaña o utilizados hoteles para usarlos como lugares de aislamiento. Se ha dicho que quedaba prohibido el despido, no es así, se ha podido encarecer, pero nada más lejos de la realidad que su prohibición. Se ha anunciado la paralización de todos los sectores no estratégicos de la producción, para acto seguido convertir a prácticamente todos en esenciales. Pablo Iglesias afirma “la gente más vulnerable no va a quedar desamparada”, pero parece referirse a todo lo que sea consecuencia sobrevenida por el coronavirus, no alude a la situación de precariedad previa a la crisis de millones de personas. Se afirma que se paralizan los desahucios, que no se puede subir el precio de los alquileres, que no puede haber corte de suministros básicos mientras dure el estado de alarma o en el mejor de los casos hasta 6 meses después. Hace falta mucho más.
Mientras se anuncian 100.000 millones de avales a empresas, –a través de la banca que se frota las manos por los beneficios que le va a generar la operación–, se anuncia un paquete de 300 millones de euros para centros de mayores y otros grupos vulnerables (12). La desproporción es evidente.
No negamos los esfuerzos de nuestros compañeros en el gobierno, pero a la vista de los resultados, no son suficientes. Nuestras presiones consiguen avances que debemos valorar positivamente, pero queda mucho por hacer para conseguir el objetivo, que compartimos, de “no dejar a nadie desamparado”. No vale con estas medidas, ni con anuncios grandilocuentes, que luego no se aplican.
DE LA LUCHA CONCRETA A LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL
La izquierda política debería de explicar sin reparos: el Covid-19 es un catalizador de las enormes contradicciones que acumula el capitalismo. Pero el capitalismo no lo ha inventado el patógeno. La pandemia acelera los procesos, pero estos hunden sus raíces en un sistema cimentado en la desigualdad social como único medio de garantizar los beneficios de una minoría que parasita al planeta y a la mayoría de las personas. Un sistema que demuestra su incapacidad para resolver los grandes desafíos que enfrenta la humanidad.
Tampoco nuestra presencia en el Gobierno de España ha cambiado la naturaleza del Régimen del 78 y del estado. Frente a la claudicación en nuestras aspiraciones que significarían unos nuevos “Pactos de la Moncloa”, nuestra apuesta es por medidas y posiciones que abordando las necesidades inmediatas puedan abrir el paso a la construcción del socialismo. No como un enunciado utópico para el mañana, o un recuerdo melancólico de algo que no fue. Defender la nueva sociedad que anunciamos, es comprometerse de forma inequívoca en las luchas por cuestiones concretas (empleo, sanidad, vivienda, renta básica…). Y pensamos que no encontraremos mejor escenario para poner a prueba nuestra propuesta revolucionaria.
En consonancia con lo anterior, reconocer las limitaciones de nuestra participación en el Gobierno y ejercer la necesaria crítica política debe de ir acompañada de una actitud compañera y militante. No es el momento del sectarismo y mucho menos del aislamiento político. En consonancia con ello creemos que es imprescindible reforzar la izquierda política, los movimientos sociales y el movimiento obrero para enfrentar los terribles desafíos inmediatos y convertirlos en una oportunidad para transformar -aquí y ahora- la sociedad.
Algunas ideas para un programa para la acción en los próximos tiempos.
- Es imprescindible un salario social (renta básica) de 1.000 euros para las familias o personas sin ingresos.
- El salario mínimo -SMI- deberá situarse en 1.200 euros antes del final de la legislatura.
- Reparto del trabajo. Reducción de la jornada laboral a 28 horas semanales.
- Refuerzo del sistema público residencial y de atención comunitaria a los mayores. Intervención efectiva de los centros privados.
- Como plantea la Mesa Sanitaria Aragonesa (13) es necesario reforzar la sanidad pública (en medios materiales y humanos), revertir los recortes y nacionalizar el sector sanitario privado.
- Ningún desahucio sin alternativa habitacional. Regulación del precio del alquiler.
- Aumento del parque de vivienda pública. Programa estatal de captación y movilización de la vivienda vacía. Plan de promoción de vivienda pública y rehabilitación energética del existente.
- Expropiación de las viviendas en manos del sector financiero (bancos y fondos) para incluirlas en el parque público.
- Intervención pública en el sector financiero. Convertir en participación estatal el rescate bancario y los avales públicos que pagamos entre todos.
- Crear un sistema público industrial que asuma la propiedad y la gestión de las empresas incapaces de continuar su actividad en el contexto de crisis y recesión.
Grupo aragonés de Manifiesto por el Socialismo.
Avalan
Elena García Juango, 1ª Teniente de Alcalde de Alagón y diputada provincial (DPZ) – Nacho Martínez, militante de Izquierda Unida – Beatriz Martínez Lumbier, activista social – Carmen Izquierdo, militante Izquierda Unida – Miguel Ángel Márquez Lapuente, militante de Izquierda Unida – Raquel de La Riva, activista de Stop Desahucios – Mario Gonzalvo, representante sindical CGT – Conchi Acín, militante de Izquierda Unida – Pablo Hijar, activista de Stop Desahucios y militante de Izquierda Unida. – Cecilio Pinilla – militante de Izquierda Unida.
Referencias:
- Web Cadena Ser 30/03/20
- ABC 12/03/20
- Informe mundial OMS 2019 sobre El Paludismo
- La Tercera 07/03/20
- El economista 05/03/20
- El País 23/03/20
- El País 38/03/20
- El economista 14/03/20
- Informe AROPE pobreza en españa 2019
- Web Cadena Ser 07/03/19
- ABC 30/03/20
- Web Onda Cero 19/03/20
- Comunicado Mesa Sanitaria Aragonesa – Publicado en la web de FADSP 22/03/20