Foto. Residente local camina en Bakhmut (Artemivsk), en la línea del frente. 27 de febrero de 2023. REUTERS/Alex Babenko
Girando y girando en el creciente círculo
W.B. Yeats. 1919
El halcón no puede oír al halconero;
Todo se deshace; el centro no puede sostenerse;
Mera anarquía es desatada sobre el mundo,
La oscurecida marea de sangre es desatada, y en todas partes
La ceremonia de la inocencia es ahogada;
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
Están llenos de apasionada intensidad.
Jaime Arregui
Predecir el comportamiento humano; algo que la filosofía y la ciencia llevan milenios tratando de lograr, algo que los servicios de inteligencia de un estado pueden conseguir en minutos gracias a la tecnología moderna.
Fue una sorpresa para muchos, incluso algunos ávidos estudiosos de la esfera post-soviética, el comportamiento del régimen moscovita del 24 de febrero de 2022 cuando puso en marcha la por ellos denominada “operación militar especial” en Ucrania.
Sin embargo, los estrategas de EEUU sabían que la invasión era una posibilidad desde antes del 2014. En ese contexto de protestas contra el gobierno Yanukovich se llegó incluso a bromear en un programa del famoso humorista y presentador de “late night” Stephen Colbert, cuando llevó como invitado a su programa a Gideon Rose, entre otras cosas miembro del Consejo de Seguridad Nacional bajo la administración Clinton. En tono de comedia, Gideon Rose dijo que Ucrania era para Rusia lo que Robin para Batman, y que el reto de los americanos era atraerlo hacia occidente para hacerle cambiar de bando, pero que no querían que Rusia interviniera para retomar Ucrania. A la pregunta de Colbert sobre si una invasión era posible Gideon contestó con un rotundo: Sí. Y continuó: Básicamente queremos distraer a Rusia y decirle: ¡Oh tenéis el mejor medallero, lo habéis hecho muy bien, centraos en las Olimpiadas! [risas] Entonces Colbert interrumpe: ¡Mirad un objeto brillante! ¡Os acabamos de arrebatar un país entero! [más risas]. Tras una breve descripción del vacío de poder en Ucrania tras la caída de Yanukovich por parte del invitado, Stephen Colbert le interpelaba de nuevo: Necesitan un líder fuerte para dirigir el país hacia adelante. ¿Sabes quién es siempre bueno en momentos así? Vladimir Putin. [risas] ¿Crees que se puede prestar a ir y ayudar a Ucrania a elegir el camino? Gideon concluía: Ucrania está a punto de decidir entre dos líneas de acción completamente distintas y queremos difuminar esa decisión para que su ex novio no se enfade mucho cuando Ucrania tome la decisión correcta y se venga con nosotros.
Ucrania había actuado históricamente de Estado colchón que separaba físicamente las esferas de influencia de EEUU/OTAN y Rusia y la comunidad internacional sabía que la integración de este país en la OTAN, prometida en 2008, era una línea roja que el Kremlin no toleraría que se cruzara.
Pues bien, el ex novio celoso del que se jactaban en el programa de Colbert hace nueve años, decidió retomar Ucrania.
Ya ha pasado un año desde el comienzo de la intervención militar de Rusia y el leviatán de la propaganda occidental comienza a debilitarse, dejando ver con claridad la dinámica de esta guerra.
¿De “operación especial” a “guerra total”?
“Aunque el ataque carezca de ingenio, debe ser ejecutado con la velocidad de un rayo” – Sun Tzu.
El mismo Joe Biden, “comandante en jefe” del “occidente colectivo”, anuncio unos días antes al mundo que la Federación Rusa iba a invadir Ucrania. Los satélites mostraban una gran concentración de tropas en la frontera. Casi pareciera una invitación a que entraran, y la invitación fue aceptada.
El gobierno ruso ya había comunicado que no tenía intención de ocupar todo el territorio ucraniano. Y así lo confirmaba el número de tropas que participaron en la operación: unas 180.000, un contingente claramente incapaz de sostener un país de 40 millones de habitantes y una superficie de 600.000 kilómetros cuadrados. Por lo tanto, contaban con que el gobierno de Kiev y sus fuerzas armadas se decantarían por una solución negociada ante la idea de un choque militar directo contra la vecina Rusia.
Sin embargo, como la misma ex canciller alemana Merkel dejó ver recientemente, Ucrania, bajo el tutelaje de EEUU/OTAN, había estado entrenando y pertrechando sus fuerzas armadas desde los acuerdos de Minsk además de convertir ciertas áreas del Dombás en las más fortificadas de Europa.
Las horas se convirtieron en días, y en el tablero ucraniano tanto el rey, Kiev, como la Reina, Zelenski y su gobierno, aunque en aparente jaque, resistieron la embestida inicial.
¿Qué opciones le quedaban a Putin? Forzar a Kiev a negociar y aceptar una serie de condiciones como la neutralidad y discutir el estatus de Crimea y el Dombás. Esto parecía posible durante marzo, hasta que en abril se cancelaron las negociaciones.
Putin había infravalorado el estado del ejército ucraniano, que tras la movilización total contaba con números muy superiores. Sobre todo, había subestimado la respuesta de la OTAN, con miles de millones en ayuda financiera y militar al gobierno de Kiev.
Dos factores que hacían imposible alcanzar los objetivos de Rusia que eran dominar los centros de toma de decisiones de Ucrania, que ahora contaba además con los aliados más poderosos. En abril la guerra pasó de ser un conflicto entre Ucrania y Rusia y se convirtió en un conflicto entre la OTAN y Rusia.
Guerra de desgaste.
“Es mucho mejor derrotar a tu enemigo por el hambre, la sorpresa o el terror, que por una batalla general”. – Flavious Vegetious Renatus.
La guerra pasaba a una segunda fase con el final del cerco de Kiev centrada en la consolidación de posiciones en el Este y Sur de Ucrania durante la primavera. Entonces llegó el verano y las fuerzas armadas ucranianas lanzaron su gran ofensiva redefiniendo las líneas del frente, que era demasiado largo para los efectivos con los que contaban los rusos, que se ven forzados a cambiar de estrategia y convertir la operación militar especial en una guerra de alta intensidad.
Esta fase se caracteriza por la delegación del mando operacional al general Surovikin y la llamada a filas en Rusia para incorporar 300.000 soldados al frente.
“Si la guerra continúa más allá del verano, las bajas totales podrían alcanzar el medio millón. Putin tiene el tiempo de su lado, sin embargo, Zelenski juega a contra reloj.”
Jaime Arregui
Surovikin lleva a cabo un reposicionamiento de los ejércitos del sur a posiciones defensivas ventajosas y comienza a castigar la infraestructura de Ucrania.
Perdido ahora el control sobre la mitad occidental de Ucrania, la Federación Rusa comienza a incorporar territorios de la mitad eslava o rusificada del país, un corredor que va del Donbás hasta Moldavia, y defiende la salida rusa al mar negro además de poner tierra entre ellos y las armas de la OTAN. Un territorio antiguamente conocido como Novorrosiya que fue rescatado por los independentistas de Donetsk y Lughansk en el 2014.
El día 30 de septiembre anunció de manera oficial la incorporación de los Oblast de Jersón, Zaporiya, Donetsh y Lughanks a la Federación Rusa, faltando Odesa para cerrar el corredor que corte el acceso al mar por completo de Ucrania. Mykolaiv o Kherson podrían acabar también siendo incluidos. Recordemos que, tras la toma de Mariúpol, el mar de Azov, el otro mar de Ucrania, ha pasado a ser un mar interior ruso.
Actualmente el mando está en manos del general Guerasimov, jefe del estado mayor ruso, y se espera que bajo éste se lleven acciones ofensivas con mayor determinación.
En Ucrania se han topado con otro régimen que lucha por su supervivencia, lanzan ofensivas sin importar el coste material y humano, los rusos ceden ciudades enteras para evitar bajas, y centran sus esfuerzos en puntos clave donde dejan a la artillería hacer el trabajo. Es el caso de Bakhmut (antes Artemivsk, en honor al bolchevique Fyodor Sergueyev, alias Artiom, antes de la entrada en vigor de las leyes de “descomunización”) donde la artillería rusa está causando una verdadera carnicería entre las filas ucranianas desde hace meses.
Esta ciudad es considerada la llave para controlar Donetsk y un punto clave en las comunicaciones ucranianas. Si las cifras publicadas por algunas fuentes occidentales son ciertas, el ejército ucraniano habría sufrido una verdadera hecatombe, lo que lleva a sus dirigentes a tomar medidas desesperadas para acelerar la llegada de aún más ayuda de occidente, principalmente EEUU y Reino Unido.

Rusia no tiene intención ni interés en ocupar los territorios al oeste del Dniéper, como ya dijo el mismo Vladimir Putin “sus habitantes estarían más contentos viviendo bajo la administración polaca que bajo la rusa”. Pero para poder mantener el control de los nuevos territorios, de ese corredor de Nuevarusia, es necesario eliminar la capacidad operacional de las fuerzas armadas ucranianas y derribar el gobierno de Zelenski o enviarlo al exilio en Polonia, a no ser que estos retomen las negociaciones y alcancen algo que convenza a los rusos de poner un alto al fuego.
Si la guerra continúa más allá del verano, las bajas totales podrían alcanzar el medio millón. Putin tiene el tiempo de su lado, sin embargo, Zelenski juega a contra reloj. De no cesar este conflicto, como algunas voces plantean (incluida la de Henry Kissinger recientemente), podría desembocar en una guerra total que condujese a la destrucción de la civilización.
Motivaciones: la política del poder.
“El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra”. Friedrich Engels.
El régimen ruso lleva ya veinte años en el poder y eso desgasta a cualquiera. Además, tras la crisis del 2008 la situación mundial es cada vez más impredecible e inestable. Ante la anarquía del capitalismo, la única vía para restablecer el orden es la violencia, y esto la joven burguesía rusa lo sabe bien. La caída del nivel de vida hizo que millones de personas salieran a la calle provocando una convulsión política que en algunos casos conducía a la caída de un gobierno o a un cambio de régimen como en algunos países árabes.
Mientras en Grecia la protesta de las masas encontraba una expresión política a través de la coalición radical de izquierdas (Syriza) en Ucrania la revuelta popular acabó siendo capitalizada por organizaciones nacionalistas filo fascistas (banderistas) en manos de la oligarquía, en el oeste, aliados históricos de la inteligencia nazi y después de la CIA en su lucha contra el socialismo mundial. Mientras que al este del río Dnieper se rechazaba romper los lazos con Rusia y se declaraban una suerte de repúblicas separatistas. Crisis que el Kremlin aprovechó para intervenir en los asuntos internos de su vecino en defensa de sus intereses políticos, principalmente mantener un espacio de seguridad que separe al Kremlin del alcance militar de la OTAN. A la que ya había derrotado en Crimea y Siria.
Las revueltas en Bielorusia, y en Kazajistan ayudaron a Rusia a reforzar su imagen como garante de la seguridad para los régimenes aliados de la región. Sosteniendo en ambos casos en el poder a los gobiernos mediante la represión contra las protestas populares.
“En Ucrania no luchan por mejorar el nivel de vida de la gente común, sino por cambiar unos opresores por otros; en una orgía de sangre que está causando decenas de miles de muertos.”
Jaime Arregui
En Rusia la popularidad del régimen había decaído en los últimos años, y la élite político económica quiere mantenerse en el poder a toda costa y estar preparada para las revueltas sociales que se avecinan.
La aparición de una amenaza existencial en forma de EEUU y la OTAN son una causa bajo la que unir a la población tras su gobierno. El elevadísimo número de voluntarios alistados para luchar en Ucrania es muestra del éxito de esta estrategia. La desnazificación en respuesta a la decomunización y la defensa de los pobladores ruso parlantes parecen motivo válido a muchos rusos. Las condiciones de Guerra permiten además ejercer un mayor control de la sociedad en general.
La Unión Europea y sus representantes hacen lo mismo a su vez, instalando a Rusia como el nuevo enemigo en el imaginario de sus ciudadanos, y obtener así la excusa perfecta para justificar la situación energética y económica, de la que sus señores al otro del mar están sacando tajada. Especialmente las empresas de armas y de gas. Vale la pena recordar los lazos económicos y familiares que unen a la familia Biden directamente con Ucrania y la industria gasística. Joe Biden amenazó incluso con la destrucción del Nord Stream. Y el Nord Stream fue destruido.
Este conflicto viene fraguándose al menos durante los últimos veinte años y responde a decisiones tomadas por los líderes de las diferentes potencias, especialmente EEUU junto con las corruptas elites político económicas de Ucrania, y el régimen ruso, y continuará mientras los representantes de Washington no estén dispuestos a iniciar conversaciones serias con Rusia. No es más que la expresión de la actual crisis del sistema que se deja notar a lo largo de todo el planeta.
La pregunta es, ¿hasta cuándo seguirá apoyando occidente al gobierno de Kiev? La situación política en los Estados Unidos puede ser la respuesta en un futuro próximo.
Los vigilantes del gran capital tienen la última palabra.
Los soldados de ambos bandos en Ucrania luchan, matan y mueren, en un caso por mantener unas fronteras, en otro por redibujarlas, en algunos por dinero, en muchos casos simplemente por salvar la vida. Pero en Ucrania no luchan por mejorar el nivel de vida de la gente común, sino por cambiar unos opresores por otros; en una orgía de sangre que está causando decenas de miles de muertos. Y ninguno de ellos, exceptuando un puñado de fanáticos, deseó la actual situación, ni tuvo poder de decisión sobre ella, algo reservado a unos pocos “vigilantes” con el derecho exclusivo de decidir sobre la vida y la muerte de millones.
El poeta romano Juvenal se preguntaba hace dos mil años: Quis custodiet ipsos custodes? ¿Quién vigilará a los vigilantes? La respuesta está en todas nosotras.